Máj 1836 / Mayo 2010
Mácha, Karel Hynek: Máj 1836 / Mayo 2010

Máj 1836 / Mayo 2010

Era de noche, el primero de mayo, / noche de mayo era, el tiempo de amar. / A amar en un fragoroso pinar / al mundo invitaba un tórtolo payo. / Cosas de amor el musgo susurraba, / mentía su pena un árbol en flor, / cantaba a una rosa un ruiseñor / y a ella su propio olor la traicionaba. /

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1

Era de noche, el primero de mayo,
noche de mayo era, el tiempo de amar.
A amar en un fragoroso pinar
al mundo invitaba un tórtolo payo.
Cosas de amor el musgo susurraba,
mentía su pena un árbol en flor,
cantaba a una rosa un ruiseñor
y a ella su propio olor la traicionaba.
Un lago plano en sombra de arbustos
con retumbos de una pena secreta;
su orilla lo abrazaba en cadeneta,
claros soles de otros mundos augustos
en jiras azules iban errando
cual lágrimas de amor llameando.
Y mundos suyos en cielos brillantes,
cual en un templo de eterno amor entrantes;
de pasión uno hacia el otro hirviendo
hasta tornarse chispas languideciendo
y encontrarse cual amantes errantes.
De la luna llena la cara hermosa,
tan clara y pálida, pálida y clara,
como si una amante a su amor buscara,
se incendió con un fulgor color rosa;
reflejada en las aguas se veía
y de amor por sí misma se moría.
Lucían fincas en pálidas nieblas,
una a otra venían acercándose,
como si se enlazaran abrazándose,
bajando en el seno de las tinieblas,
hasta confundirse con la penumbra.
Como un árbol a un otro se encumbra. -
Montañas sombrías en derredor;
allí pino y abedul con ardor
se arriman. Ola tras ola se apura
por el arroyo. Toda creatura
de amor hierve - en el tiempo de amor.

Debajo de un roble, al atardecer,
sentada está una linda zagala
en una roca, tratando de ver
lo más lejano, encima de una cala.
Aquí le envuelve los pies el azul
que, alejándose, va reverdeciendo,
cada vez más y más verde pareciendo,
hasta fundirse en un pálido tul.
En aquella superficie sin fin,
la joven posa su lánguida vista;
en aquella superficie sin fin
sólo ve de astros caídos la pista.
Una zagala bella, ángel caído,
cual un amaranto desflorecido;
bellezas duermen en su rostro ajado.
El momento que le ha quitado todo,
en su boca y frente y ojos ha dejado
escrito un dolor de un garboso modo.

Ha fenecido el vigésimo día,
ya cruza el sueño la tierra sombría.
El último incendio se está extinguiendo
al tiempo que el cielo está reluciendo,
color rosa, en los montes azuleños.
"¡Él no aparece!" - "¡Ya no volverá!"
¡La pobre en la pena se envolverá!
Hondos suspiros levantan sus senos,
palpita su sangre tan dolorida,
y el gemido del agua misterioso
se mezcla con su lamento ansioso.
En las lágrimas de la seducida
se miran las luces de las estrellas,
chispas hirviendo sobre el rostro frío
y cayendo; y adonde caen ellas,
se ajan las flores bajo tal rocío.

Hela pasar al borde de una peña;
su ojo, por encima de la roca, envía
- la brisa está agitando su estameña -
miradas a la extrema lejanía.
Las lágrimas con rapidez secando,
su vista con la mano sombreando,
dirígese a una lejana breña,
donde el lago con los montes reposa,
una chispa a otra en juego acosa,
una estrella a otra coge por greña.

Como un níveo y fino palomino
que bajo una negra nube aletea
o como una flor de un alba ninfea
sobre un oscuro azul color endrino:
- donde el lago a los montes se inclina -
tan veloz por las olas se aproxima
una cosa. Un rato, y lo blanquecino
ya es cual de una cigüeña el vuelo grave,
ya no un pichón o una ninfea suave;
al viento mécese una blanca vela.
Un remo esbelto forma larga estela
bañándose en el azul en derredor.
A aquellas rayas las rosas doradas
que por el cielo dimanan su ardor
dejan las frentes de oro rosa orladas.
¡Más y más cerca! "¡Qué barco tan ágil!
¡Es él! ¡Las plumas, las flores! ¡Qué alarde!
¡El sombrero, el ojo que debajo arde,
la capa!" Está atando el barco frágil.

Por un sendero estrecho, a lo alto
con leve paso sube el navegante.
Se encienden las mejillas de la amante,
escondida tras un roble. - Al botero
corre - se regocija - un largo salto,
y yace sobre el pecho del barquero.
"Mas ¡Ay de mí!" La luna ha aparecido
Iluminando un rostro conocido;
la sangre se le hiela en las venas.
"¿Y Guillermo?" 
                              "Mira," dice el garzón,
sus palabras susurrando apenas,
"allá junto al lago hay un torreón
sobre la noche arbórea; allá
su blanca sombra ahogada está;
y más honda se ve una lumbrecilla
de una lámpara en una ventanilla;
allá Guillermo abriga la idea
de que mañana el fin de su vida vea.
¡Él supo de tu falta y de su ultraje
y que, al matar al seductor tuyo,
mataba, sin saberlo, al padre suyo!
¡La venganza se asoma a su celaje!
¡Muerte tan vil! - Encontrará la paz
cuando sobre un palo morada obtenga,
hoy aún rosa en flor, su pálida faz,
y una rueda con sus miembros se entretenga.
¡Así finará el temible montaraz! -
¡Recibe por su ultraje y por tu traición
el ultraje del mundo y mi maldición!"

Le vuelve la espalda. - Su voz se extinguió -
en breve hacia la orilla descendió,
encuentra su barco junto a la peña.
Vuela la vela como una cigüeña
disminuyendo, ya es una ninfea,
hasta que en los montes ya no se vea.

Calmas las olas, oscuro el follaje,
sobre el seno del agua una capa lila;
más arriba, la sombra de un blanco traje,
y todo el paisaje susurra: "¡Yarmila!"
Desde el fondo del agua: "¡Yarmila!, ¡¡Yarmila!!"

Es noche avanzada, primero de mayo -
es noche de mayo - el tiempo de amar.
A amar invita un tórtolo payo:
"¡Yarmila!, ¡¡Yarmila!!, ¡¡Yarmila!!"

 

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Přeložil Miloslav Uličný, Praha, Jalna, 2010, 100 s.

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